Perspectiva de género y equidad social
Criterios conceptuales
Perspectiva de género y equidad social
A partir de entender la categoría de género como un elemento constitutivo de las relaciones sociales y a la perspectiva de género como el marco conceptual, como el instrumento de análisis de las mismas es indudable que su incorporación es esencial, en primer término, para asegurar la pertinencia del diseño y la gestión de todas las políticas sociales.
Ahora bien, las relaciones sociales se juegan en los espacios públicos y privados. Estos espacios están permeados por factores de poder político y económico que estructuran y definen un orden y unas relaciones sociales de género. De manera similar se estructuran otras relaciones sociales, de raza y de clase social, que interactúan con las relaciones de género, incrementando las desigualdades.
A su vez, las relaciones de género interactuando con interactuando con las exigencias y condicionamientos productivos y económicos, se expresan en la división sexual del trabajo. Ella explica porqué el mercado ha reservado a las mujeres pero también a los indígenas, personas de color, etc. los puntos más alejados del poder de decisión y prolongado los hábitos hogareños, adjudicándole las tareas asimilables y por ende las más escasamente valoradas. Sin duda esto ha ido cambiando fuertemente en las dos últimas décadas vinculado con el exponencial crecimiento educativo de las mujeres y también, porque desde el poder público y político se han estado impulsando criterios de equidad en el acceso y distribución de los recursos. De todos modos, el acceso femenino, de las personas pertenecientes a otras etnias y culturas distintas a las predominantes, etc. aún sigue siendo muy limitado.
Ahora bien, si hay espacios de poder determinados y construidos socialmente, también hay espacios de poder en las personas y en el colectivo para revertir aquello que parece estar dado como un hecho natural.
Vale entonces tener siempre presente que reconocer el carácter relacional del género, su índole cultural e histórica y su condición de proceso de elaboración cotidiana es lo que permite su revisión y modificación mediante la participación de mujeres y varones y a través de la complementación entre políticas y estrategias colectivas e individuales. Es un proceso lento, con avances y retrocesos, pero la historia de los dos últimos siglos demuestra que es posible.
Este es uno de los aportes más potentes de los estudios de género y, especialmente, de la perspectiva de género y equidad al desarrollo económico y social.
Y es el argumento central que da sustento a esta propuesta de modelo de políticas de formación y permite sostener que si la formación incorpora una mirada atenta a la reproducción -mayoritariamente no consciente- del orden y los estereotipos de género y de inequidad social se torna un instrumento particularmente idóneo para la promoción del cambio en función de lograr una verdadera igualdad de condiciones y oportunidades entre los seres humanos.
Este posicionamiento reclama de:
- integralidad de las intervenciones;
- espacios de reflexión, atención y evaluación constante para atender a la tensión entre el reflejo y la transformación de los condicionamientos del contexto, de los paradigmas vigentes con el fin de remover los obstáculos que privan o limitan la valorización igualitaria de las personas y/ o los grupos. Siempre teniendo en cuenta que este abordaje debe abarcar tanto a hombres como a mujeres así como la aceptación y no discriminación ante las orientaciones sexuales diferentes. La construcción social de la masculinidad está igualmente condicionada y sustentada en una lógica dualista que va desde las restricciones para la expresión de la afectividad y del involucramiento en las tareas de cuidado, hasta la "naturalización" de los comportamientos agresivos, la presión social por el cumplimiento del rol de proveedor, etc. Basta con revisar los parámetros por los que cada sociedad y cada cultura definen el honor, la virilidad, el reconocimiento público de un "verdadero hombre". Esto varía de una clase a otra, de una etnia a otra, aunque algunas demandas constantes refieren a que sea fuerte, autocontrolado y valiente, abastecedor, protector, responsable de tomar las iniciativas, etc.
- una concepción del planeamiento curricular y de la administración y gestión de la formación como proceso sistémico y dinámico que:
- se inicia con el reconocimiento simultáneo de los requerimientos y potencialidades del entorno productivo y social y de las posibilidades y necesidades de las personas;
- está atento y potencia la identificación y valoración de las competencias con independencia del sexo de quien la desempeña así como de dónde fueron adquiridas;
- procura el fortalecimiento de las competencias de empleabilidad y para la mejora de la productividad que también deben ser analizadas desde el género (ver el próximo criterio);
- instrumenta acciones y estrategias para "desnaturalizar" las opciones profesionales que, muchas veces están pautadas por normas que se interpretan como autodeterminación y que impiden a las personas desplegar sus capacidades, intereses y expectativas;
- revisa la presentación de los perfiles ocupacionales, los materiales didácticos, la comunicación general de la institución para incorporar un lenguaje incluyente;
- conoce los efectos e instrumenta las acciones necesarias para que el currículo oculto y omitido no reproduzca o refuerce los sesgos de género e inequidad;
- se compromete con el desarrollo de ofertas de calidad, actualizadas, que incorporan las innovaciones tecnológicas -de forma de facultar el desarrollo profesional permanente- la evolución en el mercado y en las pautas de consumo y lo hace con igualdad y rigor tanto para las opciones en las que se registran mayoría de varones como de mujeres, promueve y facilita el acceso atendiendo a la no afirmación de la segmentación;
- interactúa con el mercado laboral para incidir y apoyar la inserción laboral basada en capacidades y no en el orden de género y de su potenciación por los otros factores de discriminación o segmentación, etc.
La búsqueda de nuevas modalidades pedagógicas, las soluciones técnicas y la incorporación permanente de la innovación son también opciones políticas y sociales. Por ello incorporar las necesidades y potencialidades diferenciadas de los diversos sujetos de atención de la formación así como la aceptación de la diversidad cultural e identitaria, genera la superación de muchas de las limitaciones de las políticas estandarizadas y universalistas.
Desde esta convicción este modelo de referencia:
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Estos son apenas algunos de los elementos que hacen que la incorporación de la perspectiva de género produzca cambios en la forma de hacer formación, en la concepción de la práctica pedagógica y también en las metodologías y estrategias didácticas. De esa manera se constituye en un factor de impulso a la innovación de la tecnología formativa y de mejora de la calidad y la equidad.
Por su interrelación con todos los ejes conceptuales y metodológicos y con las estrategias para cada componente entendemos oportuno ampliar a continuación las siguientes cuestiones:
Transversalización de la perspectiva de género y equidad social: es el proceso de valorar las implicaciones que tiene cualquier acción que se planifique para los hombres y para las mujeres y, a su interior para los diferentes colectivos en los que se entrecruzan otras variables generadoras de inequidad (raza, etnia, nivel educativo, condición rural y urbana, etc.). Refiere a la capacidad de observación y anticipación de las condiciones facilitadoras u obstaculizadoras para la equidad por lo que tiene que estar presente en todo el ciclo de la intervención, desde los objetivos a las actividades y estrategias y desde el análisis de las condiciones externas a las internas de las organizaciones ejecutoras. Es la lógica de transformación, de actuación a largo plazo que tiene por objetivo el cambio cultural y la remoción de los estereotipos arbitrarios y desvinculados de la capacidad y el desempeño de las personas.
Focalización de metodologías, acciones y estrategias para enfrentar las desventajas de partida y/ o las especificidades de los diferentes colectivos y grupos afectados por discriminaciones, desventajas y/o vulnerabilidades. No es posible la igualdad de oportunidades y, menos aún, la igualdad de resultados tratando igual a desiguales. La focalización comprende un amplio espectro de medidas pedagógicas, económicas, culturales. Es la lógica de atención a la coyuntura, para contribuir a resolver el problema e ir avanzando hacia la verdadera y efectiva equidad.
Cruce de los enfoques de formación por competencia y perspectiva de género
Al igual que con el concepto de empleabilidad, cuando desde el Programa FORMUJER se comenzó a promover el enfoque de competencias éste recién comenzaba a esbozarse y era bastante resistido en el ámbito formativo. Analizar sus pro y sus contra y en especial "atreverse" a promoverlo desde la perspectiva de género implicó complejos esfuerzos de análisis y experimentación pero también llegó a ser valorado como una de los aportes más innovadores y sustantivos del modelo.
Se ha podido constatar que su aplicación sistemática a la planificación curricular faculta:
- atender, simultánea y articuladamente, las necesidades y potencialidades del empleo y de las personas, asumiendo la formación como una herramienta para promover un desarrollo social y económico más incluyente y equitativo;
- centrar la mirada en las personas como sujetos situados y condicionados por su género y su realidad social pero que tienen la capacidad de cambiar a partir de aprendizajes y estrategias individuales y colectivos;
- el reconocimiento integral de las personas y la valoración de la diversidad como un atributo de los sujetos y de la realidad que posibilita y favorece intercambios y aprendizajes;
- la valorización de los distintos espacios de aprendizaje y producción de saberes; facilitando la construcción de recorridos personales adecuados a intereses diversos y a entornos de referencia también variados;
- operacionalizar el valor de empleabilidad de la formación como criterio de calidad y equidad por cuanto permite establecer los requerimientos y condiciones para el desempeño profesional de mujeres y varones en contextos diversos;
- visualizar y, luego, remover barreras e inequidades que se originan en visiones estereotipadas sobre el papel que juegan las distintas personas según su sexo, origen, situación social, conocimientos, etc. Para las mujeres ello significa, entre otros, promover:
- el aprendizaje de competencias no tradicionales: la diversificación ocupacional;
- el acceso a nuevos nichos de empleo: la creación de nuevas competencias;
- la valorización de viejas competencias, desempeñadas históricamente por ellas de manera gratuita dentro del hogar, que hoy integran el nuevo perfil de los y las trabajadoras y, además, son las requeridas para los nuevos empleos vinculados con el tiempo libre, la atención y cuidado de personas, la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida, la preservación del medio ambiente, las industrias culturales, etc.
- el incremento y fortalecimiento de la empresarialidad.