Desempleo tecnológico

Desempleo tecnológico

La automatización del trabajo mediante el uso de tecnología introdujo, históricamente, temores respecto del efecto que estos procesos tendrían sobre el empleo. En particular, desde la revolución industrial, los debates acerca del impacto que tienen los avances tecnológicos en la producción de bienes; en detrimento de la mano de obra tradicional se intensificaron al punto de volverse movimientos. Si observamos 200 años atrás, ya encontramos tendencias antagónicas como el ludismo y el maquinismo que se enfrentaban en su predicción acerca del futuro del trabajo a partir de la introducción de las máquinas en los procesos productivos.

Sin embargo, a pesar de la incorporación en fábricas de líneas de embalajes, maquinaria pesada o computadoras que sustituyen el trabajo físico y de cálculo de los individuos; la cantidad de personas que lograron ingresar al mercado laboral crece desde hace 200 años (con cierta volatilidad) y los empleos destruidos, eventualmente, se han reasignado a otros sectores. Podríamos describir este fenómeno como un proceso de “Destrucción Creativa”.

Si adelantamos el calendario hasta la década del 2010 vemos surgir un impulso de automatización que genera nuevas alertas sobre altos riesgos de desempleo tecnológico. Esta vez, las tecnologías que vendrían a automatizar el trabajo son la inteligencia artificial y la robótica de alta precisión. En 2013 Frey y Osborne, dos investigadores de la universidad de Oxford analizaron más de 700 ocupaciones y llegaron a la conclusión de que en los países desarrollados, el 47% de las ocupaciones podrían ser automatizadas en un par de décadas (ir al documento).

En los años que siguen, el debate sobre estas perspectivas se volvió amplio y profundo agregando matices importantes. Es además necesario tener en cuenta que se desarrollan narrativas que satisfacen necesidades de políticas públicas y que estas difieren de región a región.

Por una parte, en debates posteriores al trabajo de Frey y Osborne empieza a ser claro que son pocas las ocupaciones que serían completamente automatizables; ya que en realidad se trata de la sustitución de tareas dentro de la ocupación. Esto naturalmente transforma la ocupación y requiere de trabajadores que sean capaces de integrarse con las herramientas digitales de automatización, aquí entra uno de los conceptos centrales para la formación profesional, el upskilling. Para que los mismos trabajadores puedan desempeñarse en el puesto, requieren de formación, pero se trata de formación de mayor nivel de cualificación, de allí el “up”. Aquellos trabajadores cuyas ocupaciones se vean radicalmente automatizadas requerirán de reskilling, en este caso, formación (ahora sí) en otras ocupaciones.

En algunos sectores y para algunas ocupaciones, la mayor parte del trabajo requiere de habilidades específicas. El simple hecho de automatizar algunas, no implica que todas las habilidades desplegadas en el trabajo se vuelvan innecesarias. De hecho, se podría pensar lo contrario: al no tener que dedicar tiempo y esfuerzo a tareas automatizables, otras actividades y habilidades se vuelven, relevantes; mejorando así el aporte de valor al proceso productivo. Esto es aparentemente cierto en ocupaciones de alta calificación, pero menos cierto a medida que nos movemos hacia los niveles de calificación más bajos.

La automatización de tareas rutinarias pone automáticamente mayor valor en la experiencia, la creatividad y las competencias humanas (socioemocionales y transversales) de los trabajadores, comparado con el pasado reciente; por lo que a medida que la automatización libera nuestro tiempo, podemos abordar problemas más complejos, nuevos productos y servicios que estimulan el uso y consumo; y por ende la demanda. Existe la expectativa de que esta demanda también sea satisfecha con la creación de nuevos empleos.

Por otra parte, Frey y Osborne aclaran que el riesgo de automatización al que refieren es analizado desde el ángulo de las tecnologías disponibles. En forma simple, indican que en un par de décadas existirá la tecnología necesaria para automatizar esas ocupaciones, que ahora sabemos son tareas. Esta salvedad es importante, debido a que los procesos de automatización del trabajo dependen de una serie de variables no tecnológicas como por ejemplo la velocidad de adopción de tecnologías en una economía, los acuerdos sociales y tripartitos.

De hecho, existen estudios que demuestran cierta correlación entre la introducción de robots y caídas en los ratios de empleo/población (en posiciones con tareas rutinarias y “codificables”), y el salario en Estados Unidos. En el escenario menos alentador, en donde el stock de robots se cuadruplique para 2025, se observarían reducciones de 1% en la relación empleo y población, y un crecimiento salarial menor de entre 1,3 y 2,6%. 

Según VOXEU, estos efectos son considerables, pero impactarían a una fracción relativamente pequeña de la masa trabajadora americana; por lo que es posible afirmar que aún no existe evidencia consistente que pruebe que en el futuro las nuevas tecnologías logren desaparecer la mayoría de los puestos de trabajo.

Otro estudio sobre la incorporación de robots en Alemania no detecta un impacto en el empleo a nivel agregado. El estudio argumenta que el rol de las gremiales empresariales y de los sindicatos parece ser clave para que este proceso ocurra en forma menos socialmente disruptiva. El mismo estudio encuentra evidencia de caída en la calidad del empleo y de mayores desigualdades de ingresos a la interna de los sectores productivos.

En resumen, el proceso de automatización del trabajo no se ha detenido en al menos 200 años. El riego de automatización actual, en base a inteligencia artificial y robots de alta precisión amenaza como nunca antes el reemplazo de habilidades cognitivas, de allí es que surge cierto nivel de alarma mayor que las anteriores revoluciones tecnológicas.

Lo que sí sabemos es que allí donde la automatización está ocurriendo, esta desplaza a trabajadores que despliegan sus actividades en tareas más rutinarias y por ende de menor nivel de cualificación/paga. Los casos de Alemania y EEUU dejan ver que se generan mayores inequidades y perdidas en la calidad del empleo. Tal vez el punto a resaltar más importante de este fenómeno tenga que ver con el incremento en la desigualdad tanto como el riesgo de desempleo.

Desde la perspectiva de la formación profesional, el mandato es claro: upskill, reskill y en particular formar a todas las nuevas generaciones en habilidades para moverse en un mercado de trabajo cambiante; donde los movimientos dentro del propio sector ya pueden ser de por si muy desafiantes, pero donde la probabilidad de tener que moverse ya no de un trabajo a otro sino de un sector a otro es cada vez mayor.

Fuentes para realizar esta nota: