Los cambios en la organización de la producción y del trabajo han llevado al crecimiento de un segmento cada vez mayor de trabajadores, caracterizados por la precariedad e informalidad laboral. En consecuencia, desde la perspectiva de la OIT y del sindicalismo, se ha hecho imperativa la consideración de estos “otros” trabajadores (en comparación con los que tienen relaciones de trabajo regulares, estándares o protegidas) a los efectos de su organización y representación, como vehículo fundamental para la mejora de sus condiciones de vida.