¿Por qué incorporar la perspectiva de género en la formación profesional actual?
Porque faculta la doble y simultánea pertinencia con el mundo del trabajo y con los sujetos de atención de la formación y esta doble pertinencia es una de las condiciones básicas para mejorar la calidad y la equidad de la oferta formativa.
Porque pone el foco en el sujeto que aprende (sujeto de atención de la formación) y ayuda a entenderlo como un ser integral que moviliza conocimientos, saberes, destrezas pero también actitudes, emociones, condicionamientos de género, historia familiar y comunitaria y desde esa situación es que debe construir su proyecto de formación y empleo. Este foco en el sujeto habilita un amplio campo de intervención para el accionar formativo.
Porque al igual que las restantes instituciones y políticas sociales, la formación reproduce los criterios de clasificación y jerarquización vigentes en la sociedad. Es decir, el contexto la condiciona y determina puesto que tiene que responder al paradigma de desarrollo económico y social dominante y así reproduce valores, normas y sesgos vigentes de la sociedad en la que está inmersa, incluyendo las ideas y concepciones respecto a lo femenino y lo masculino. Pero, como contrapartida, también tiene la posibilidad de intervenir para modificarlos. La formación profesional con perspectiva de género al reconocer y redescubrir que estas características, supuestamente fijas e inamovibles, son asignaciones culturales aporta sustantivamente a su transformación.
- La integración de la perspectiva de género permite identificar las propias barreras internas, generalmente no conscientes, que la política formativa pone a la igualdad de oportunidades así como a una participación diversificada que contribuya a disminuir o eliminar la segmentación ocupacional por género que no comienza cuando se cruza el umbral del mercado de trabajo.
Las barreras más obvias son:
- la inexistencia o carencias de un sistema de información y orientación vocacional y ocupacional con enfoque de género que estimule nuevas opciones y rompa los estereotipos. La internalización de los estereotipos y de los preconceptos, por ejemplo, sobre la inadaptabilidad femenina para trabajos técnicos, se ha traducido en mecanismos internos de represión que modelan deseos, expectativas, anhelos y motivaciones, de forma tal que algunas opciones profesionales se tornan "naturalmente orientadas" haciendo que las elecciones pautadas por normas se interpreten como autodeterminantes;
- la persistencia de un lenguaje sexista y de estereotipos en la definición y la divulgación de la oferta de servicios (plomero, técnico en electrotécnica, técnico en hotelería, secretaria, maestra de jardín de infantes, etc.), en los materiales didácticos, en los desarrollos curriculares, así como en las prácticas y metodologías del personal orientador y docente;
- la no consideración de las necesidades, horarios y disponibilidades femeninas en la estructura y organización de la oferta;
- la no inclusión sistemática de la perspectiva de género en la búsqueda de empleo y en la intermediación laboral.
Estos factores, si bien afectan a todos los educandos, inciden aún más en la situación de las mujeres, por cuanto ellas requieren de especiales apoyos para romper con los prejuicios vigentes. Paralelamente, cada vez de manera más contundente las mujeres quedan circunscritas al autoempleo, a las actividades microempresariales y al sector terciario de la economía.
- La Encuesta sobre Participación de la Mujer en la Formación Profesional y Técnica realizada por OIT/Cinterfor entre 16 instituciones de la región mostró que, si bien la matrícula femenina tuvo un crecimiento sostenido, al iniciarse el siglo XXI persistía la inequidad cuantitativa: las mujeres eran el 28% de la matrícula en 1995 y llegaron al 39% en 1999. Los avances en la diversificación, con ser muchos, no alcanzaron para superar la concentración de la matrícula ni las expresiones más intensas de la segmentación vocacional. Los diez subsectores con mayor número de alumnas daban cuenta del 77% de la matrícula femenina, mientras que en la masculina representaban el 51%. Además, a su interior, el sector de servicios da cuenta de casi la mitad de la participación femenina. Paralelamente, se agudizó la heterogeneidad y segmentación al interior del colectivo femenino que se traduce en importantes diferencias de oportunidades entre aquellas mujeres que pueden llegar a formaciones de nivel superior o de alto contenido tecnológico y una amplia mayoría que sólo accede al nivel básico y en las especialidades "tradicionales". Se trata de una nueva y sutil manifestación de la discriminación puesto que el crecimiento del capital formativo femenino implica que se reclama a las mujeres un perfil significativamente superior al de los varones para acceder a las mismas oportunidades.